lunes, 9 de marzo de 2009

(No tan desesperadamente buscando la receta del) Paté casero tabasqueño

De niña me gustaba el hígado. Sobre todo el de res, encebollado. En la casa los únicos capaces de entusiasmarse con él éramos mi papá y yo. Un poco más tarde, Coque y Boni (las perras de mi infancia se llamaron Princesa, Coqueta y Bonita...saquen sus conclusiones) lo devoraban con enorme alegría. Tanta, que por años su regalo oficial de cumpleaños fue un pastel de hígado cuya receta saqué de "El nuevo libro del perro". Creo que lo único que les gustaba tanto como el hígado era el tuétano y, a la Boni ya anciana, la deliciosa, más que deliciosa carne fría casera que don VC le regaló a mi papá y que Boni y yo hicimos desaparecer en un día. Nunca voy a olvidar la cara que puso la siempre glotona Boni -que entonces ya estaba muy débil, tomaba una pastilla diaria para el corazón y dormía casi todo el día- cuando, queriendo evitarle un paro cardiaco, retiré de su alcance lo que quedaba de la carne fría. Mi perra siempre tuvo un lenguaje corporal bastante elocuente y, esa vez, apoyó las patas sobre el piso con la mayor firmeza que yo le había visto y nos miró alternativamente a la carne y a mí, con cara de: esto no es algo que quiera, ¡es algo que necesito! ¡Ahora! ¡Por favor! Y así me convenció de arriesgarme a que muriera feliz, de una sobredosis de carne de cerdo...cosa que no sucedió, pues murió, después de comerse un buen salpicón, cuatro meses y medio después...
¡Lo hice de nuevo! Contar una pre-historia que no necesariamente me llevaba a la que quería contar. Bueno, el hepático punto era que, con el paso del tiempo, la presión social me hizo alejarme de los hígados, a los que no he vuelto en muchos años. O quizá sí, por medio de la esquiva (más bien, en vías de extinción) receta del paté casero tabasqueño. Creo que tenía 9 o 10 años cuando mi abuelita me ofreció una pasta ligeramente cremosa y blanca, con el anuncio de que se trataba de paté. El paté que yo conocía no se parecía lo más mínimo a ese, pero acepté probarlo, no muy convencida. Y me encantó. Recuerdo que el sabor era bastante concentrado, salado, y predominaba el gusto a pimienta. Me gustó tanto que le pregunté cómo lo había hecho, pero 20 años después, no tengo ni la menor idea de cuál fue su respuesta. Nunca lo había vuelto a probar, pero hace unos meses me acordé de él y le pedí la receta....¡y la había olvidado por completo! No sabía ni de qué le hablaba, lo que me hace sospechar que la receta la aprendió en Macuspana, después de casarse con mi abuelito.
En diciembre fui a una fiesta en Macuspana, cuyo menú fue obra de un tumbapato. Lo que más me gustó fueron los entremeses, sobre todo el paté de gallina. Tanto la textura como el color eran un poco distintos a los que yo recordaba del paté de mi abuelita, pero el sabor salado e intenso era muy parecido. Mi papá y yo prácticamente nos acabamos la porción de la mesa de 10 personas -en mi descargo, puedo decir que fui muy moderada comiendo todo lo demás.
No sólo me encanta comer (cosas ricas), sino también hablar, leer y ver programas de cocina (estoy lejísimos de ser una conocedora, pero entre mis favoritos están: Diana Kennedy, Molly de www.orangette.blogspot.com y Anthony Bourdain). Además, me encanta probar cosas a las que no estoy acostumbrada y tratar de distinguir los ingredientes...eso hice con el paté de gallina de la fiesta tumbapata pero, tristemente, me rebasó. De plano, la única manera que tuve de saber que era de gallina fue porque el menú lo decía.
Llevo un rato buscando recetas de patés caseros en internet. Al parecer, la gente se los fusila sin parar, porque encontré unas tres recetas publicadas sin variaciones en como treinta sitios distintos. La que más me llamó la atención combina carne picada (¿es decir, molida?) de ternera, hígado de cerdo e hígados de pollo. Lo que me llama la atención del paté tabasqueño es que no tiene vestigios del fuerte sabor a hierro del hígado. Está muy sazonado, pero no estoy segura de con qué, aparte de con mucha pimienta de castilla. Creo que no lleva ajo. La semana pasada intenté reclutar a mis papás, por separado, como cómplices en busca de la receta, pero hasta ahora la misión no ha tenido éxito. Me pregunto si la receta es exclusivamente macuspanense pues, a diferencia de la galantina, las butifarras, los rollos de carne fría, la longaniza o la longaniza enjamonada, no me suena como típica de ninguna otra región.
Quería probar la receta para el próximo fin de semana, pero creo que tendré que optar por alguna otra cosa, posiblemente comprada. Me ha pasado muchas veces que estoy interesadísima en encontrar un dato, un libro, una persona, y ahora, una receta y no sucede....hasta meses o años después, cuando ya había dejado el asunto por la paz. Así que no renuncio a la esperanza de encontrar algún día esta receta y, de paso, tejer un hilo más entre mi presente urbano y mi bagaje familiar tumbapato.

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