domingo, 30 de mayo de 2010

...y en el camino andamos

“El camino engancha”. Ese lugar común es la explicación que escuché una y otra vez, en mi inesperada y breve experiencia como peregrina a Santiago, sorprendida ante la cantidad y diversidad de gente que tenía, como único denominador común, la meta gallega –a veces por quinta, décima, enésima vez.
Peregrina por casualidad y por menos de 72 horas, a más de siete meses de distancia, siento que me asaltan cada vez más los recuerdos de ese viaje tan accidentado e imprevisible, como lleno de oportunidades de reflexión. Enganchado, sin que pudiera preverlo entonces, a la experiencia de un León, el mío, más tumbapato que castellano, a los presagios de una futura tormenta y a encuentros efímeros que terminaron de darle sentido, justa dimensión, a viejas cicatrices...
La misa de peregrinos, con una devota comunidad keniana y una bendición en 6 idiomas. Sobre todo, con un apreciable sermón acorde a estos tiempos y capaz de poner el énfasis en lo que realmente importa. Que me remitió, agradecida, al Catuni a 10 mil kms de distancia y a la vez me hizo parte del entusiasmo de Bailey por unos remotos jesuitas lanzados a los cuatro rincones del mundo por la fe que les hizo creer en imposibles. Al final, todas esas experiencias como signo de esperanza, en un aquí y ahora que no siempre lo pone fácil.
El padre ya mayor y opuesto al de mi primera (y única) misa en Argüelles. Este sí supo poner los puntos sobre las íes: todos somos peregrinos, lo sepamos o no, en el camino de la vida. Quizá mi vida real está a 10 siglos o a 10 mil kms de distancia, igual sentí, con razón, que el mensaje estaba especialmente dedicado a mí. Padecí mucho menos que la mayoría de los peregrinos, pero tengo la sensación de haber recibido la misma inesperada riqueza que tantos de ellos. Todos tenemos un camino que recorrer, todos experimentamos en algún momento las incertidumbres, las tristezas y las alegrías que el camino trae aparejado. Tarde o temprano, mantenerse firme, seguir andando requiere valor, que hagamos nuestro el camino. Hay mucha gente acompañándonos a lo largo del recorrido, mientras atraviesan sus propios ríos, valles y montañas. Para mí, es una inmejorable metáfora de la vida. Sólo por eso, me prometo algún día recorrer completo y con pleno conocimiento de causa ese camino.