martes, 21 de abril de 2009

Realidades virtuales

Es cierto lo que dicen. Mientras más tiempo se pasa en el mundo virtual, menos se visita el real -y viceversa.
Nunca pensé que yo iba a escribir un blog. Antes de empezar este, había ido a dar por casualidad a varios y algunos me gustaban y me sorprendía que sus autores los hubieran abandonado -no sé cuál sea el tiempo promedio para mantenerse escribiendo con entusiasmo uno, pero sospecho que por cada blog actualizado con regularidad a lo largo de varios años, hay muchos otros que se quedan en el camino. Al preguntarme las razones por las que alguien que gustaba de bloguear de pronto dejaba de hacerlo, especulaba (ni se me da) con una serie de razones, más o menos disparatadas.
Ahora que me descubro como una bloguera prematuramente tentada a abandonar su bitácora-e, me doy cuenta de que no necesariamente hay una sola razón, ni se trata de una decisión que uno tome premeditadamente. Llevo semanas preguntándome por qué me cuesta tanto trabajo encontrar la inspiración para escribir aquí y creo que en el fondo es muy simple: coincidencias de la vida, justo después de empezar a escribir aquí, me pasaron cosas interesantes en el mundo real, que me han hecho bastante feliz, a cambio de dejarme mucho menos tiempo disponible para el mundo virtual: el mail, las redes sociales y hasta las noticias de El Universal online, a las que era más que adicta desde hace casi año y medio...y de paso, este blog.
Además, como mi vida cotidiana está alejada de Tabasco y el tema de este blog era, precisamente, mi tierra, me estoy sintiendo tentada a cambiar de giro o de plano, a dejarlo por la paz...no me gustaría irme de aquí, pero las estrellas se ven poco alineadas al menos por las próximas semanas...al menos, es seguro que mi compromomiso de escribir una vez a la semana se convertirá en un buen deseo por los próximos dos meses, algo así.
Yo escribo aquí por placer. De todos modos, al placer se le puede ayudar con ciertas dosis de discilpina y, según Molly de Orangette -cuya opinión ha de ser lugar común entre los blogueros perseverantes- el tener un blog te obliga a sentarte a escribir por mucho que no te sientas inspirada.
Últimamente paso más tiempo en el mundo real del que había pasado en años. Además, lo estoy disfrutando mucho. Pero quiero encontrar el equilibrio y seguir visitando este blog. Sí se puede.

domingo, 5 de abril de 2009

Por sus nombres los conocerán (huellas semiocultas)

Los nombres importan y mucho. Es horrible no saber el nombre de alguien que nos gusta. También, es muy difícil que nos guste alguien y que nos disguste su nombre. Omitir deliberadamente el nombre de alguien es, de alguna (muy efectiva) manera, ignorar a esa persona. Yo he hecho osos, muchos osos, por mi tendencia a olvidar los nombres.
El origen de este post es la evocación de esos nombres tan tabasqueñamente postgarridistas: Masiosare, Soy La Libertad, Darwin, Lenin, Stalin...o el mío propio. Mi nombre, ausente de este blog, es hijo del garridismo. Así como Iván es la versión eslava de Juan -producto del cristianismo bizantino- el mío es la versión eslava de Sofía, bajo cuya advocación, por cierto, estuvo la iglesia más importante de Estambul...así se llama también mi mamá y sé que su nombre fue elegido por mi postgarridista abuelo, quien seguramente no sabía que el nombre ruso que escogió para su adorada hija mayor tenía, a fin de cuentas, un origen cristiano -cosa que a él no le habría gustado.
Crecí oyendo decir que en Yucatán y Campeche la gente tenía nombres "raros". Pero aún hoy, leyendo periódicos tabasqueños, es fácil advertir que por estos rumbos pasó "algo" que alteró los usos y costumbres nominales, varió los nombres que eran más o menos habituales en el resto de México y dejó en cierta generación de los locales una huella que, aunque semioculta, resultó mucho más duradera que el pasajero gobierno de un Garrido que murió exiliado en Costa Rica...Tomás Garrido fue un cacique que gobernó con mano de hierro y supuso un parteaguas en la historia de Tabasco, pero su memoria se ha ido diluyendo a medida que las aspiraciones de los villahermosinos -conscientes de lo que implicaba ser fuente de petróleo en una economía petrolizada- se centraban cada vez más en el propio bienestar material y dejaban de lado cualquier interés por la igualdad, que fue el lado luminoso del garridismo (si bien a un precio altísimo).
Una parte de mi historia familiar está muy ligada al garridismo, no porque sea descendiente suya, pero sí de un hombre que fue leal a Garrido hasta la intransigencia -y tuvo un hijo, mi abuelo, impregnado de esas mismas ideas, si bien tengo la impresión de que él las vivió con mucho conflicto.
Mi mamá, a diferencia de mi abuelo, es una creyente ferviente. Pero hizo suyas muchas de las ideas de su papá. Gracias a eso, tardé mucho en entender que México es un país muy racista, donde muchas injusticias son vistas con la mayor naturalidad. En mi infancia, palabras como "indio" simplemente no figuraban -bueno, sí, pero exclusivamente en las caricaturas donde salían "indios pieles rojas". La conciencia del sufrimiento ajeno, la solidaridad, el enojo ante las injusticias, han sido siempre fundamentales en la manera que mi mamá tiene de concebir el mundo.
Supongo que, en muy buena medida, todo eso emana de su genuina espiritualidad, de su certeza de que hay un Dios que nos ama y nos puso en este mundo para que viviéramos cosas buenas. Pero tengo la sensación de que, de alguna manera, son cosas que también aprendió de su papá, quien no creía en Dios, pero sí en que la igualdad y la justicia eran posibles -y en que nos tocaba a nosotros trabajar para alcanzarlas.
Por supuesto, mi nombre es para mí una de las cosas más naturales del mundo, algo que me gusta y que no me cuestiono. Pero si me detengo un momento a pensar, encuentro en él la huella semioculta de un hombre de quien me separan al menos tantas cosas como me unen, pero a quien de alguna manera siento muy cercano, gracias al eslabón que hay entre nosotros, también conocido como mi mamá, y su hija.