miércoles, 18 de marzo de 2009

"El adulador es un enemigo oculto"

La cita es de Solón y mi papá me ha contado muchas veces que tuvo a bien cincelarla en la tapa de una lata de choco milk que colgó de una cadena enorme sobre su pecho, en un baile casero hippioso-existencialista-wannabe que sus amigos y él organizaron en Macuspana alrededor de 1962.
Me encanta ver la cara de euforia de mi papá cada vez que cuenta esa historia. Como que por un momento vuelve a ser el adolescente rebelde wannabe feliz de retar y escandalizar a las buenas conciencias adultas del pueblo -empezando por las de mis abuelos, por supuesto.
Los "bailes caseros" fueron parte cotidiana del paisaje tumbapato de los fines de semana a principios de los 60s, pero creo que su vida fue más bien corta, pues mi papá fue a muchísimos, a diferencia de mi mamá, que vivió en Macuspana (muy) a principios de los 70s. Viéndolo a la distancia, esos bailes deben haber contribuido bastante a evitar que se prolongaran las tendencias endogámicas en el pueblo: gracias a los sufridos recuerdos de mi papá y de mi querido tío E, sé que la llegada de los ingenieros de Pemex a esos bailes era temida (más bien alucinada) por los muchachos del pueblo (como ellos!), pues no había manera de competir contra ellos por la atención de las tumbapatas, bajo la complaciente mirada de los papás...
Recientemente he recordado las historias de mi papá sobre los bailes caseros del pueblo pues, más de 35 años después y en un contexto muuuuuuuy distinto, en las últimas semanas me ha tocado, por primera vez en mi vida, tanto organizar como asistir a varios de estos...y empiezo a entender por qué los disfrutaba tanto!
Tanto yo como los asistentes a los bailes urbanos actuales de los que hablo tenemos más años de los que tenían mi papá y sus amigos en sus bailes sesenteros. Aquí no hay padres contra los cuales jugar a rebelarse (sí que era un juego, pues esos bailes sesenteros tumbapatos nunca habrían existido si no hubiera habido papás dispuestos a prestar su casa), ni rock ni intereses hippiosos (por wannabe que sean) y mucho menos ingenieros de Pemex...en los que a mí me han tocado, más bien hay (a pesar de lo muy poblada que está esta ciudad) locos encuentros con el amigo de un amigo o con la chava que apenas tres horas antes presentó un libro en otro rumbo de la ciudad y que no tendría nada que hacer aquí mismo, ahora. O el destino sí existe o las casualidades son más frecuentes de lo que uno pensaría o pertenezco a un sector muy específico de la población (opción D, todas las anteriores).
En el Macuspana de los tiempos de mi papá no había antros y aquí hay cientos, quizá miles, así que a primera vista, parecería que para mi papá y sus amigos esos bailes eran la única opción social de fines de semana, lo que no es mi caso, viviendo en una ciudad grande con tantas opciones. Pero creo que, en el fondo, lo que está detrás de "mis" bailes caseros es muy similar a lo que estaba detrás de los suyos.
Tener demasiadas opciones es muy parecido a no tener ninguna, "los extremos se tocan." Estudio en una ciudad distinta a la que crecí y, no por casualidad, aquí conozco mucha gente en circunstancias iguales a las mías -buscando ser parte de algo más o menos identificable. Los seres humanos necesitamos redes sociales -igual que muchas otras especies sobre la tierra, por cierto. Vivir en un lugar donde hay millones de personas no significa nada a menos que uno empiece a pertenecer a algún(os) grupo(s). Eso es lo que hermana a pueblos como Macuspana con capitales pobladísimas.
Hay muchas cosas que me estresan de las ciudades grandes, pero algo que me gusta -y mucho- de ellas, es que en cierto modo (y en ciertos sectores) son muy flexibles. En algunos contextos, los hilos que van tejiendo las redes del tejido social tienen la capacidad de adquirir casi cualquier forma que uno les quiera dar: no importa cómo seas, hay muy altas probabilidades de que encuentres gente parecida a tí.
Es una paradoja, pero creo que gracias a mis experiencias de desarraigo, de descontextualización y recontextualización, he ido entendiendo mejor el apego de mi familia a Macuspana y también lo que debió ser para mis papás, sobre todo para mi papá, crecer en un lugar donde "todo mundo" compartía no sólo cierto pasado, sino también el presente, una manera bastante similar de ver la vida...37 años después, de pronto descubro que, en contextos muy distintos, mi papá y yo buscamos y encontramos algo muy parecido en nuestros respectivos bailes caseros, así que creo que, si bien me voy a sentir siempre ligada a Macuspana por mi historia familiar, también pertenezco no sólo a Villa, sino incluso a mi actual ciudad -no en función de mi familia, ni del pasado, sino de mis experiencias presentes. La actualización de la memoria, lo llamaba Aby Warburg. Me gusta.

1 comentario:

  1. Soni...no has vuelto a publicar, tus acatuales redes te absorben hasta el punto que no alimentas a tus seguidores blogeros...mmm...pero es mejor tener una red social real que una red social viertual ;) besos y abrazos!!!

    ResponderEliminar